“Tenemos que hacer una revisión a nuestros estilos de vida, porque el modo en que vivimos es un factor generador de enfermedades. Los trastornos neuropsiquiátricos están muy asociados a las condiciones de vida”, dice Óscar Arteaga, director de la Escuela de Salud Pública de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile.
Puede ser una medida muy productiva si se considera que hoy las enfermedades que más pesan en la salud de los chilenos son las de tipo crónico y que están asociadas a estilos de vida, más que a condiciones preexistentes inevitables.
Según datos del Estudio Carga de Enfermedad de 2007, que es el más actual con que se cuenta en el país, el 84% de los Años de Vida Saludable (Avisa) se pierde por enfermedades no transmisibles. Es decir, hipertensión en primer lugar, seguida por trastornos depresivos unipolares, trastornos de las vías biliares, dependencia al alcohol, cirrosis hepática y accidentes de tránsito, para nombrar las seis primeras.
“Entendiendo la carga de enfermedad como la pérdida de años, ya sea por mortalidad o por discapacidad, se cambió radicalmente la forma de entender la salud. En Chile cambió tanto, que se incorporaron al GES enfermedades que no estaban visibilizadas, como las asociadas a la Salud Mental”, explica Pedro Crocco, subsecretario subrogante de Salud.
Sin cambios
El primer estudio se hizo en 1994 y el último en 2007, y se publicó en 2008, que es el que actualmente está vigente. “Hasta comienzos de los 90 Chile priorizaba su quehacer en disminuir muertes. Después se incorporó el concepto de la discapacidad”, agrega. Es decir, una persona que se enferma no se muere, pero pasa mucho tiempo con una incapacidad que le impide ser funcional.
De esta forma, detener el avance de las enfermedades no solo tiene que ver con frenar la llegada de la muerte, sino en que la vida de las personas sea más saludable.
La mala noticia es que Chile ha tomado poca conciencia de esto. Ambos profesionales coinciden en que el envejecimiento de la población incrementará el peso relativo de las enfermedades crónicas y, por otro lado, los estilos de vida siguen promoviendo comportamientos poco saludables, y no se visibilizan cambios.
Por ejemplo, el consumo de alcohol. De acuerdo a este estudio, el alcohol es el factor de riesgo que explica la mayor cantidad de años de vida saludable perdidos en Chile. Además, una de cada 10 muertes es atribuible al consumo de alcohol, tercera causa de muerte después de la hipertensión y el consumo de sal.
Frente a esto, Arteaga cree que es perentorio hacer algo, pues no se le ha tomado el peso que tiene. Compara la situación del alcohol con la del tabaco, y considera abismos la diferencia en cómo se han tratado ambos problemas. “Como sociedad no hemos tomado la decisión de enfrentar este problema. Esto implica reducir el consumo de alcohol mediante medidas impopulares, como puede ser la restricción de los horarios, y ya vimos lo que pasó en Providencia, o subir los impuestos al alcohol”, dice.
Crocco concuerda con ese diagnóstico, pero percibe además que el alcohol incluso es recomendado para una mejor salud, a diferencia del tabaco, que no es recomendado de forma alguna.
Un elemento interesante a tener en cuenta es la reflexión de Arteaga sobre la distribución de la enfermedad en Chile. “Hace 30 años se decía que las enfermedades crónicas eran las del desarrollo. Sin embargo, esa reflexión, que uno entendía como el pago por ser rico, no muestra que ahora pasa igual como ocurría con las enfermedades transmisibles. Contrariamente a lo que en algún momento se pensó, las enfermedades crónicas también golpean con mucho más fuerza a las poblaciones más pobres. Estamos hablando de que efectivamente la distribución de las enfermedades no es igualitaria”, agrega Arteaga.
Es decir, para mejorar la salud de las personas en Chile se requiere una mirada intersectorial, pues la escolaridad y el nivel de ingresos por sí solos, por ejemplo, pueden explicar una mejor o peor calidad de vida y salud. De ahí que las enfermedades relativas a condiciones neuropsiquiátricas vayan también en aumento hacia el futuro.
Según proyecciones de la OMS, para el año 2030, y tal como cuenta Arteaga, se espera que los trastornos neuropsiquiátricos pasen a ocupar el primer lugar entre las enfermedades crónicas, con su consecuente pérdida de años de vida saludable.
Fuente: El Mercurio