Cuando se mide la cantidad de años de vida perdidos a causa de enfermedades, un 23,2% corresponde a alteraciones neurosiquiátricas. “Tenemos una sociedad enferma que no nos da condiciones de vida sana”, señala Graciela Rojas, investigadora de la Universidad de Chile. “La salud mental es un problema de salud pública. El país ha hecho grandes esfuerzos desde la década de los noventa, pero todavía resultan insuficientes”, apunta.
Según el epidemiólogo Roberto del Águila, de la sección chilena de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), “los índices de depresión y problemas de salud mental en Chile son de los más altos de la región y del mundo”. En 1993 la Organización Mundial de la Salud (OMS) realizó uno de los pocos estudios comparativos disponibles, por el que todavía se rigen los investigadores locales. Al analizar a los usuarios de atención primaria en 14 ciudades de distintos continentes, encontró en Santiago de Chile la mayor prevalencia de depresión: un 29,5%. La más baja entre las urbes analizadas se halló en Nagasaki, Japón, donde la cifra llegó a un 2,6%.
La inversión pública, sin embargo, no está a la altura de los desafíos. Del total del presupuesto del Ministerio de Salud, poco más del 2% se destina a enfermedades mentales. “En EE UU esta cifra llega a un 6% y en Uruguay, a un 8%. Chile debería llegar al menos a un 5%”, apunta la investigadora Rojas. El jefe del departamento de Salud Mental del ministerio, Mauricio Gómez, explica que Chile es de los pocos países de medianos y bajos ingresos que tiene universalizada la atención de salud mental en atención primaria. Patologías como la depresión y la esquizofrenia están incluidas en el Plan Auge, que garantiza por ley el tratamiento. “Pero tenemos la convicción de que los trastornos mentales son muy importantes y que están subestimados en su importancia y en sus programas”, señala Gómez.
Este problema ha llegado a tales niveles en Chile que la OMS ha recomendado recientemente una Ley de Salud Mental, con el objetivo de que esas enfermedades se puedan prevenir, tratar y, posteriormente, los usuarios tengan las condiciones necesarias para reinsertarse en la sociedad. La legislación permitiría que las enfermedades mentales puedan ser abordadas desde diferentes ámbitos, como Vivienda, Educación y Trabajo. “Nosotros queremos que haya menos gente enferma y no lo podemos garantizar si el conjunto del Estado no se hace cargo de las determinantes sociales a las que está sometida la población”, señala Gómez.
Difícil proyecto de ley
El jefe del departamento de Salud Mental indica que un equipo especializado realizó un primer informe para una futura legislación y que espera que cuando finalice la actual, en marzo de 2018, se haya logrado al menos afinar el proyecto. De acuerdo con un estudio de la OMS publicado a mediados de abril pasado, “cada dólar invertido en la ampliación del tratamiento de la depresión y la ansiedad rinde cuatro dólares en mejora de la salud y la capacidad de trabajo”.
¿Por qué los chilenos tienen índices altos de enfermedades mentales? “Una de las hipótesis es que las inequidades sociales juegan un papel importante. En Chile, al haber desigualdades tan grandes en todos los frentes, la gente tiene expectativas muy elevadas que no siempre puede cumplir”, señala la investigadora Rojas. Eugenio Tironi, sociólogo, coincide: “La chilena es una sociedad que tiene mucho deseo. Y la materialización del deseo no depende del Estado, no depende de la colectividad, sino del esfuerzo de cada uno. Eso provoca estrés y frustración”.
Según la Encuesta Nacional de Salud de 2010, las enfermedades mentales atacan sobre todo a las mujeres y a los sectores más desvalidos. Un 25,7% de las encuestadas dijo haber tenido síntomas depresivos en los últimos 12 meses. En hombres, la cifra llegó solo al 8,5%. Los pobres también son más tristes que los ricos. Según el mismo estudio, un 20,8% de la población con menos de ocho años de estudios ha tenido síntomas depresivos. En los de más de 12 años de educación, la cantidad cae a la mitad (11,8%).
Fuente: El País