Es una actividad con tantas alternativas: individual, grupal, especialidades, ritmos, instrumentos, remunerada o no. Es tan amplia que permite no solo mantener un estado aceptable socialmente, sino también poder trabajar y ordenar nuestra mente, mejorar nuestras habilidades de comunicación, interacción, motoras e incluso ampliar nuestras redes y participación social.
La música posee cualidades no verbales, creativas, estructurales y emocionales que facilitan el contacto, la interacción, la conciencia de sí, el aprendizaje, la expresión, el desarrollo personal y la comunicación en una relación terapéutica.
Conectarse a través de la música abre un sin fin de posibilidades y alternativas para el manejo de emociones, desbloqueo mental y corporal, además de la canalización de sentimientos y aflicciones, retenidas a través del tiempo y /o momentáneas.
Dedicar un periodo de nuestro día a conectarnos con nuestro cuerpo y mente, permite paulatinamente ir abriendo caminos para la solución de nuestros problemas, inquietudes y mantener un estado anímico que permita desempeñarnos en cualquier área.
No se pide ni solicita que seamos grandes bailarines o músicos, tampoco coordinación, elongación, instrumentos o grandes coreografías, si no la voluntad de vibrar con lo pequeño, y del disfrute diario.
Permite cada día, escuchar o bailar de la mejor música, esa que envuelve el alma, que vibra alto, que enciende las emociones y en algunos casos las calma.
Esa música favorita y liberadora. Busca, explora y descubre las melodías sanadoras para tu alma.
Nuestra invitación, entonces, es a descubrirse, describirse y, porque no, a sanar través de la música.
Por: Pamela Maldonado Arismendi, Licenciada en Ciencia de la Ocupación y Terapeuta Ocupacional. Coordinadora Hospital de Día y Centro de Rehabilitación MirAndes Concepción