En los últimos años, en lugar de alegrarme frente a la cercanía del período estival y mis vacaciones, cada vez me tornaba más tensa. Sólo el pensar en salir de viaje con mi familia, mis hijos y mi esposo, era ahora un motivo de culpa inmensa, que me torturaba ya de manera anticipada. La imagen de mi madre quedándose sola en su casa, “triste y abandonada”, me provocaba un desasosiego inmenso. ¡Pero qué podía yo hacer frente a su obstinación!